Una dieta local es importante por muchas razones. Por un lado, porque beneficia a la economía local. Por otra parte, porque ahorra un gasto energético innecesario en el transporte de los alimentos. Porque fija población en los entornos rurales. Porque ayuda a salvaguardar costumbres, recetas, tradiciones, oficios, etc. Pero la razón más importante, al menos para nuestra salud, es difícil de explicar con una sola línea.
Cuando un vegetal o un animal viven en un determinado hábitat, estos seres vivos crean defensas contra aquellas agresiones que el medio representa para ellos. Estas defensas forman parte de estos animales y vegetales, están en su interior. Y, cuando nosotros ingerimos o nos alimentamos con parte de estos animales o vegetales, estamos también consumiendo estas defensas. Parece lógico, ¿no?
Como esos animales y vegetales formaban parte del mismo ecosistema que nosotros, las defensas que ingerimos al alimentarnos con ellos entran a formar parte de nuestro organismo, refuerzan nuestro sistema inmunitario y podemos repeler mejor las agresiones que proceden de ese mismo hábitat que compartimos con el resto de seres vivos.
Ahora bien, si nuestra dieta está principalmente formada por alimentos que no proceden de la agricultura o de las ganaderías locales, esto significa que nuestro sistema inmunitario está intentando asimilar defensas que no han sido concebidas para el hábitat en el que nosotros estamos viviendo. Por ejemplo, comemos pescado que viene del Ártico, lácteos del norte de Europa, manzanas chinas, frutas de los trópicos, más muchos productos refinados, sin ninguna vitalidad, sin ninguna fuerza…
El resultado es que comemos productos alimentarios procedentes de seres vivos que vivieron en otras latitudes, en otros climas, en otros hábitats… ¿Y qué pasa con nuestro sistema inmunitario cuando recibe defensas que, más que ayudarle, le confunden? Pues que se debilita. Se viene abajo. Se torna muy vulnerable.
Muchos de los problemas de salud más generalizados hoy en día tienen que ver con el uso y abuso de dietas no locales, lo que conlleva sistemas inmunitarios muy poco sólidos. Altas tasas de asmas, de alergias… tienen su origen en este problema creado por la sociedad de la globalización. La mejor forma de defenderse es ingiriendo alimentos locales, de temporada, ecológicos siempre que sea posible… Y muchos productos procedentes del panal. Las flores y los vegetales en general segregan la esencia de estas plantas. Las abejas las recogen y producen miel. Consumir miel, además de por otras razones, es muy positivo en este aspecto, ya que alimentarse de miel, siempre que sea local, es como consumir muchos vegetales locales.
Durante milenios, milenios y milenios, todos nuestros antecesores se alimentaron de productos locales. Nuestros organismos están preparados para ingerir alimentos procedentes del clima y la latitud en la que nosotros vivimos. Lo que no sea eso, desde el punto de vista solo adaptativo, es una barbaridad. Una barbaridad que tiene sus consecuencias en todo tipo de desequilibrios de la salud… Aunque esto se enseñe poco en las facultades de Medicina, es de vital importancia para mantener la salud, créanme.
Pedro Burruezo es redactor jefe de The Ecologist
Cuando un vegetal o un animal viven en un determinado hábitat, estos seres vivos crean defensas contra aquellas agresiones que el medio representa para ellos. Estas defensas forman parte de estos animales y vegetales, están en su interior. Y, cuando nosotros ingerimos o nos alimentamos con parte de estos animales o vegetales, estamos también consumiendo estas defensas. Parece lógico, ¿no?
Como esos animales y vegetales formaban parte del mismo ecosistema que nosotros, las defensas que ingerimos al alimentarnos con ellos entran a formar parte de nuestro organismo, refuerzan nuestro sistema inmunitario y podemos repeler mejor las agresiones que proceden de ese mismo hábitat que compartimos con el resto de seres vivos.
Ahora bien, si nuestra dieta está principalmente formada por alimentos que no proceden de la agricultura o de las ganaderías locales, esto significa que nuestro sistema inmunitario está intentando asimilar defensas que no han sido concebidas para el hábitat en el que nosotros estamos viviendo. Por ejemplo, comemos pescado que viene del Ártico, lácteos del norte de Europa, manzanas chinas, frutas de los trópicos, más muchos productos refinados, sin ninguna vitalidad, sin ninguna fuerza…
El resultado es que comemos productos alimentarios procedentes de seres vivos que vivieron en otras latitudes, en otros climas, en otros hábitats… ¿Y qué pasa con nuestro sistema inmunitario cuando recibe defensas que, más que ayudarle, le confunden? Pues que se debilita. Se viene abajo. Se torna muy vulnerable.
Muchos de los problemas de salud más generalizados hoy en día tienen que ver con el uso y abuso de dietas no locales, lo que conlleva sistemas inmunitarios muy poco sólidos. Altas tasas de asmas, de alergias… tienen su origen en este problema creado por la sociedad de la globalización. La mejor forma de defenderse es ingiriendo alimentos locales, de temporada, ecológicos siempre que sea posible… Y muchos productos procedentes del panal. Las flores y los vegetales en general segregan la esencia de estas plantas. Las abejas las recogen y producen miel. Consumir miel, además de por otras razones, es muy positivo en este aspecto, ya que alimentarse de miel, siempre que sea local, es como consumir muchos vegetales locales.
Durante milenios, milenios y milenios, todos nuestros antecesores se alimentaron de productos locales. Nuestros organismos están preparados para ingerir alimentos procedentes del clima y la latitud en la que nosotros vivimos. Lo que no sea eso, desde el punto de vista solo adaptativo, es una barbaridad. Una barbaridad que tiene sus consecuencias en todo tipo de desequilibrios de la salud… Aunque esto se enseñe poco en las facultades de Medicina, es de vital importancia para mantener la salud, créanme.
Pedro Burruezo es redactor jefe de The Ecologist
Lo que dice parece hasta lógico, pero desde cuando, cuando consumes alimentos obtienes defensas?? yo pensaba que obtenías vitaminas, hidratos, proteínas... etc... me parece que es hablar por hablar.
ResponderEliminarTambién podríamos decir que consumir alimentos de todo el mundo te hace mas fuerte porque la mayoría de las cosas que compras vienen de la otra parte del mundo, como muebles , electrodomésticos y todos los días te cruzas con turistas o gente que ha estado recientemente en otros paise, por eso la mejor manera de tener defensas mundiales es intenter comer cosas de todo el mundo, no??
Estaría bien que respaldara lo que dice con algún dato científico no con teorías de la herencia de las defensas.....
Hola Anisakis,
ResponderEliminarpues te puedo contestar desde el punto de vista evolutivo: a parte ser lo que comemos, somos también lo que hemos comido a lo largo de los siglos: hay poblaciones que carecen de enzimas para digerir moleculas que nunca han visto y consumidos (tipicamente la leche) y como se estudia en biología cuando no usas una función esta se pierde (el bioquimica se dice "metilación de la porción del genoma correspondiente"). Así que es obvio que nuestro cuerpo está adaptado a lo que lo ha formado a lo largo de los siglos. Aunque ahora nos movemos y viajamos y comimos comida de todo el mundo desde el punto de vista evolutivo esto no es nada y la evolución se mueve a lo largo de los milenios, de verdad. Así que unos 10 años comiendo piñas o chirimonya por parte de nosotros europeos no conlleva que esta comida sea bien digerida por parte de nuestro organismo. Sin considerar que una piña nunca será fresca y nutritiva después de un viaje de 5000 km congelada o cultivada con sistemas intensivos de fertilizantes y pesticidas.
Espero que sea claro este razonamiento.
Saludos!